La impresión 3D es un grupo de tecnologías de fabricación por adición donde un objeto tridimensional es creado mediante la superposición de capas sucesivas de material.
Nacieron para realizar prototipos de forma rápida y barata hace más de tres décadas y este es su uso más conocido. Con el paso del tiempo han ido evolucionando, ofertando nuevos materiales más resistentes, ajustando la calidad y convirtiéndose en herramientas al alcance de cualquiera, lo que ha permitido que las empresas puedan sacarle más rendimiento a las impresoras ampliando las aplicaciones de las piezas fabricadas mediante fabricación aditiva. Adquirir a día de hoy una impresora 3D para fabricar moldes, utillajes o incluso piezas finales, no es para nada extraño.
Los medios de comunicación, empujados por empresas de venta de impresoras de bajo coste, han vendido la idea de que las impresoras 3D solo sirven para realizar simpáticos juguetes. También se ha generalizado la idea de que las impresoras 3D hacen bases lunares, riñones o casas, proyectos que parecen sacados de una novela de ciencia ficción. Es cierto que se está trabajando en este tipo de proyectos pero debemos centrarnos en aplicaciones profesionales y actuales. Aplicaciones reales.
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